como al descuido,
me observas y no dices nada,
¡Qué cruel martirio!…
¿o es sólo mi delirio?
Estás muda y acuclillada,
no caben dudas.
Desnuda está, pues, tu mirada,
tu piel desnuda.
Detrás de ti, la bruma.
Son un par de tacos de aguja
de color negro
el único atavío que usas
para este encuentro…
y un ardiente deseo.
Bello, tu inexpresivo rostro
está en silencio,
porque ya me lo dice todo
tu ansioso cuerpo,
elocuente y sincero.
Detrás de ti se diluye
todo el presente,
mientras, despavoridos huyen,
incongruentes,
los prejuicios de siempre.
Me acerco, y te extiendo mi mano,
cual caballero,
para que juntos descubramos
mil mundos nuevos
latiendo en nuestros cuerpos.
Y queda en mi mente estampada,
mágica imagen
de ti desnuda, acuclillada,
regia obra de arte
y anhelos palpitantes.-
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