Anoche pensaba en ti
poco antes que Morfeo
me llevara por los cielos
lejos, muy lejos de aquí,
a un lugar que nunca vi
y que parecía de ensueños,
en medio de verdes cerros,
como un inmenso jardín.
Y por sobre ese paraíso
con unas alas doradas
sonriente tú me esperabas
atrayéndome cual hechizo,
que por la luna se hizo
y de gozo me embriagaba,
mientras mis dedos tocaban
tu piel con romántico brillo.
Y también en mi espalda
unas alas yo tenía,
y con las tuyas extendidas
nos cubrieron en gran calma,
mientras desnuda mi alma,
como tu alma ya tenías,
hicimos un canto a la vida
bañados de luz del alba.
De pronto fuimos el sol
que felicidad irradiaba,
y teñimos a la mañana
de ternura y puro amor,
hasta que cesó el temblor
que a ambos nos dominaba,
y agitada y ruborizada
me sonreías puro candor.
De pronto abro los ojos
y no estabas a mi lado,
de repente se a evaporado
ese sueño primoroso.
No tengo tus labios rojos
a los míos enfrentados,
tan solo un plumoncillo dorado
por la ventana huye airoso.
ALDO R. GUARDATTI
(Del libro "Húmedo... Tibio... Suave...")
(Todos los derechos reservados)
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