El
sol se desangra tras de las colinas
y
a la luna amiga las olas agrandan.
En
lecho de arena la tengo tendida
y
nos acaricia el mar en la playa.
Nos
tocan y parten esas olas tibias
en
esta escondida porción de la costa;
estamos
a solas mientras muere el día
y
estrellas invitan a pasión y euforia.
Mis
labios devoran la miel de su cuerpo
y
de un modo incierto la sal no perciben,
la
sal del océano que anduvo en mil puertos
ahogando
silencios de penas terribles.
Las
olas la mojan, mis manos la empapan
y
ansiosas desatan la inflamada prosa
que
a ninfas invoca a hacer una danza
que
encienda de ganas su sexo y su boca.
Y
sobre la arena cumplimos un rito,
jadeos
y gritos urgen dicha plena,
y
más que dos cuerpos, somos más que un mito,
derribando
hitos sin que se supiera.
Una
playa oculta, su cuerpo y el mío,
un
fuego encendido en clara penumbra,
los
astros simulan que no nos han visto
y
somos delirios bañados de luna.
Nos
envían olas sirenas sonrientes
y
besos ardientes tabúes desploman.
Cupido
se asoma y brillan sus dientes,
y
espían imprudentes blancas caracolas.
Ya
fluye mi esencia a su cuerpo encendido,
y
un halo divino nos cubre sin ciencia,
y
sobre la arena los dioses dormidos
despiertan,
testigos de aquella experiencia.
Regresan
las prendas donde corresponde,
la
luna se esconde, se van las sirenas…
También
se va ella y no sé su nombre,
sólo
que la he amado sobre la arena.
ALDO R. GUARDATTI
(Todos los derechos reservados)
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