Del
ómnibus, en el fondo,
el
pasaje se ha dormido.
Las
pantallas se apagaron,
va
discurriendo el camino.
La
noche tiende su manto
con
una trama de olvido,
y
diluyendo conciencias
va
eliminando testigos.
Levanto
aquel posa brazos
que
con mucho desatino
separa
con prepotencia
tu
dulce cuerpo del mío.
Despliego,
entonces, el poncho
y
así ambos nos cubrimos
por
debajo de su tela,
quedando
casi escondidos.
Tú
te pones de costado
y
me abrazas con sigilo,
mientras
que cierras los ojos
yo,
embelesado, te miro.
En
mi hombro tu cabeza
ya
recuestas con cariño,
y
en sublime picardía
tus
manos buscan destino
por
debajo de mi ropa,
con
lujuria y con ahínco.
Disfruto
al primer contacto,
y
arrastra luego el instinto
a
explorarte con mis manos
en
mil toques variopintos,
mientras
mi boca se ocupa
de
sofocar tus suspiros,
más,
debemos contenernos:
el
coche se ha detenido,
y
fingiendo somnolencia
bajamos
alicaídos,
disfrutando
de antemano
un
banquete enfebrecido,
pues
los dos nos deleitamos
en
glorioso aperitivo.
ALDO R. GUARDATTI
(Todos los derechos reservados)
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