Ama
de casa que es prisionera
de
la rutina, sin redención,
me
contó un día sobre su pena,
la
que te cuento ahora yo.
Se
casó toda ilusionada,
entre
promesas y fantasías,
y
lentamente a sus jornadas
las
opacó la monotonía.
De
la rutina se escapó un poco
cuando
llegó la maternidad,
pero
en la cuenta cayó muy pronto
que
cada día era al previo igual.
Con
sus encantos aún latentes
nunca
faltaba un admirador,
y
alguno de ellos la tentó a verse
en
un secreto encuentro de amor.
Ardió
su sangre, vibró su cuerpo
como
no pudo ella recordar,
y
en su interior surgió un nuevo sueño,
entre
el pecado y la libertad.
Cabeza
fría, sobre la balanza
poniendo
todo para evaluar,
pesaba
mucho su rol de madre,
que
una aventura más, mucho más.
Y
abandonando esa dulce euforia,
de
regreso a la monotonía,
ella
repite hora tras hora,
sin
que la escuchen, sólo “familia”.
Piensa
en el día que no estén sus hijos
y
una frase repite también,
y
se acaricia sobre el vestido,
y
murmura “mañana tal vez”.
Es
el secreto que me contaba
aquella
tarde, aquella mujer,
y
yo pensaba: Deben ser varias
las
de un “mañana” con un “tal vez”.
ALDO R. GUARDATTI
(Todos los derechos reservados)
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