Joven
para jubilarlo,
viejo
para darle empleo,
y en
esa dicotomía
queda
el hombre prisionero.
Así es
que sale a hacer changas
para
poder pucherear.
Sin
trabajo, sin salario,
le
queda su dignidad.
Compra
el diario tempranito
y de
una entrevista a otra
siente
el sabor conocido
de la
amargura en su boca.
Entrevistas
de mañana
y pide
a san Cayetano
los
miércoles, de rodillas,
tan
sólo pan y trabajo.
Hoy le
sobra la experiencia
y
faltan años trabajados.
Hoy
parecen sin sentido
esos
callos en sus manos.-
ALDO R. GUARDATTI
(Del libro "Despreciados y despreciables")
(Todos los derechos reservados)