Había
buscado rumbas de los años cincuenta,
esas
que nadie escucha, que han olvidado ya.
Quería
sosegarme recostado en la cama,
solo
cerrar los ojos y desacelerar.
Al
cerrar las cortinas un manto de penumbras
sutil
inundó presto toda la habitación.
Me
desvestí despacio y me acosté sin prisa.
Clara
y sin estridencias la música sonó.
De
un modo inesperado, en medio de un silencio,
escuché
pasos lentos de unos tacos de aguja.
Miré
hacia la puerta justo cuando llegabas
vestida
para infarto, derrochando lujuria.
Creí
escuchar un saxo tocar Cerezo rosa
mientras
tú, entre caricias, con nula ingenuidad,
te
ibas despojando de parte de tu atuendo
y
quedaste luciendo las medias, nada más.
De
verdad no amerita contar lo que ha seguido,
baste
decir que nunca dejé de acelerar,
pero
por lo que hice allí, junto contigo,
quedé,
a más de rendido, en profundo relax.
ALDO R. GUARDATTI
(Todos los derechos reservados)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario