Dijiste: “A las cinco en punto”
yo… sólo estuve de acuerdo.
Un encuentro clandestino
que era nada más que un sueño,
desbordando mi alegría
se evidenciaba ahora cierto.
Tu excusa sería un té,
por tu anglo-sajón acervo.
Yo excusa no precisaba,
sólo acomodar mis tiempos.
Así fue, at five o’clock
de aquel jueves de febrero
que tú y yo nos encontramos
en aquel hotel del centro,
muy sobrio, pero elegante,
y, sobre todo, discreto.
Nos registramos allí
como dos simples viajeros
con los datos irreales,
sin presentar documentos.
Luego, ya en la habitación,
un remolino de besos,
nada más cerrar la puerta
nos envolvió por completo.
Y cerramos las cortinas
porque el sol estaba intenso,
y no encendimos las luces,
sí el acondicionamiento
mientras las prendas caían
casi con furia hacia el suelo.
Aquella “hora del té”,
de la taza del deseo
bebimos los dos, voraces,
desatados, avarientos…
La libido deslizaba
como si fuera agua hirviendo,
porque a su paso marcaba
la lujuria en nuestros cuerpos.
No hubo pecado esa tarde,
sólo dos seres en celo
que, libres de inhibiciones
a sus instintos cedieron.
Para mí, un amor prohibido,
para ti… tan sólo un juego,
y aunque yo quería más
de ti, tu euforia y tu cuerpo,
¿Qué era lo que tú querrías?
¿Cómo yo podría saberlo?
Por eso es que, al despedirnos
pregunté, semblante serio,
¿qué era lo que iba a ocurrir
en el jueves venidero?
Tú me besaste los labios,
guiñaste un ojo travieso,
y dando vuelta dijiste:
At five o’clock,,, aquí espero.-
ALDO R. GUARDATTI
(Todos los derechos reservados)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario