A
ella el silencio y a él la mentira
cómplices
les fueron por un par de días
que
se poseyeron con algarabía,
para
volver ciertas las mil fantasías.
Fue
si egoísmos, sin hipocresías,
que
ambos se entregaron plenos de alegría,
con
la luz difusa y la ropa esparcida
llenaron
el cuarto de gozo y de vida.
El
mundo, allá afuera, no se detenía,
pero
ellos de gloria sus cuerpos cubrían.
Copaban
el cielo las nubes plomizas,
pero
ellos dos eran el sol de la dicha.
Palabras
vulgares, gemidos y risas
ganaban
el aire que los envolvía.
Fueron
las caricias y fueron los besos
que
hicieron sentirse a ambos posesos,
más
cerca de Dios que haciendo mil rezos,
más
cerca del diablo que azufre y espejos.
Olvidaron
todo, hasta los consejos,
y
nadaron juntos en mar de deseos.
Cubrieron
sus cuerpos rubores extensos
y
fueron sus pieles cual brasas de incienso
en
rito pagano de un hechizo intenso,
hechizo
de sexo y de gozo inmenso.
En
altar de sábanas ambos se ofrecieron
y
fueron dos dioses creando universos.
Quedaron
pendientes ardientes anhelos,
para
concretarlos en nuevos encuentros,
sin
más requisitos que ganas de hacerlo,
sin
obligaciones, sin prisas, sin tiempo.-
ALDO R. GUARDATTI
(Del libro "Húmedo... Tibio... Suave...")
(Todos los derechos reservados)
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