La vi sentada en la barra,
sensual, meciendo su copa
que estaba medio vacía,
y había marcado su boca.
Su espalda me sugería
que no llevaba más ropa
que aquel estrecho vestido
que era propio de una diosa,
de sus encantos dejaba
a imaginar poca cosa,
y ella miraba sin ver
por entre luces y sombras,
mientras yo, casi a su lado,
no podía ni decir hola.
Y se marchó arrogante
dejando sólo su aroma,
un gran nudo en mi garganta
y su huella en esa copa.
Me quedé yo desahuciado
cuando se marchó la rosa
sin saber que yo existía,
como se marchan las horas.
Abandonada en la barra
había quedado su copa.
Anhelé fueran reales
ciertas absurdas historias.
La copa tomé en mis manos
y bebí la última gota,
cuidando en poner mis labios
sobre aquella marca roja.
Quise saber sus secretos,
las cosas que la enamoran,
quise saber de los sueños
que la asaltan en su alcoba…
quise volverme un ladrón
de cosas que no se roban,
como la bondad de un ángel,
como del diablo la cola,
pero sólo conocí
ese sabor que se forma
entre el carmín de sus labios
y aquel licor que ella toma.
No sé el sabor de sus besos,
no sé a qué sabe su boca,
de ella no sé ni un secreto,
ni lo que pasa en su alcoba.
No sé, siquiera, su nombre,
sólo sé que estaba sola
aquella noche en la barra
por entre luces y sombras.-
ALDO R. GUARDATTI
(Todos los derechos reservados)
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