Era un niño solitario.
Solía tener arranques violentos de los que, a pesar de salir siempre bien librado, no se sentía orgulloso.
Cuando aprendió a leer, mundos insospechados se desplegaban ante él con cada histori. Así comenzó a devorar revistas de historietas primero, y libros poco después.
Muchas veces prefería la certeza de una aventura literaria ante la posibilidad de una pelea durante el juego.
De a poco la lectura se fue convirtiendo para él en algo más que un escape, un placer inexplicable que pocos comprendían, y aún menos compartían.
ALDO R. GUARDATTI
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