Quisiera llevarte al
río
como si fueras mozuela,
que ya no tienes
marido.
En una noche
cualquiera,
cuando no haya lluvia o
frío,
te llevaré de la mano
hasta donde sueña el
río,
e incontenibles mis
manos
por sobre de tu vestido
pondrán enhiestos tus
pechos
entre besos y suspiros.
Sin desgarrarte las
ropas
mis dedos, cual
torbellinos,
en su roce con la tela
silenciarán a los
grillos.
A la vista de Selene,
las ondinas y los lirios,
los árboles con su
fronda
cubrirán nuestro
delirio.
Allá, bien lejos del
pueblo,
de curiosos y vecinos
he de tenderte sin
prisa
en fresco lecho de
limo.
Cuando me quite la
ropa,
seguro tú harás lo
mismo
y así el candor y el
deseo
serán tu único abrigo.
Tendrán envidia las
rosas
de tu piel y mis
cariños.
Querrán brillar las
estrellas
en tu cuerpo
enardecido.
Tus
muslos, cual dos serpientes,
pecando
y plenos de brío,
se enroscarán a mi
cuerpo
como la parra al olivo.
Y sortearé en esa noche
del recato los abismos,
aferrado a tu figura,
como el náufrago al
vestigio.
Mis labios serán
sellados
por mi nobleza y buen
tino
de las cosas que me
digas
divagando entre
gemidos.
Tu piel sucia de arena,
tu cuerpo de besos míos
serán un recuerdo
efímero
cuando te lleve del
río.
Luego seré, como
siempre,
un caballero legítimo,
sin evidenciar mis
actos
ese encuentro
clandestino.
Y si acaso me enamore
preferiré ser tu amigo,
para llevarte otras
veces
hasta donde sueña el
río.-
ALDO R. GUARDATTI
(del libro "El deseo a contraluz")
(Todos los derechos reservados)
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