Lo encandiló la nueva vecina.
A pesar de verse a diario, sólo respondía monosílabos si ella le preguntaba algo, como tampoco decía más que "hola" si pretendía iniciar una conversación.
Decidió que ella supiera de su amor a como diera lugar, y se le ocurrió escribirle una carta.
Una semana estuvo callado, lapicera en mano, frente al papel, sin saber cómo empezar.
Frustrado fue a dormir esa noche.
En la oscuridad el papel y la lapicera bailaron un vals que dejó sobre aquel, en el rastro de tinta, la más bella carta de amor que alguien pudiera imaginar.-
ALDO R. GUARDATTI
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